martes, 25 de mayo de 2010

Pues creo que ya me está llegando la edad.

Y bueno, a todos nos llega la edad cuando nos llega la edad, pero cúal?
Pues esa, la que cuando eres joven pareces temer, pero que, cuando llegas, te das cuenta que estabas en un error ya que lo contrario sería no llegar, lo cual es equivalente a haber muerto antes, si es que se puede morir antes... de qué?

Asi que, entendiendo que mi edad, esa a la que ya llegué pero que parecía que no quería llegar son exactamente mis cumplidos 42 años, se me motivan algunas reflexiones.

Una de estas reflexiones es con respecto al dicho aquel de "como el brandy, entre más viejo más bueno" pues, si bien es cierto que durante un buen tiempo que, es bueno mientras dure, he creido ciégamente en el, ahora creo que a cierta edad este dicho comienza a declinar. No digo que sea falso el dicho, como escribi antes, he vivido casi rindiendole culto, pero creo que en los hombres (las feminas son un caso aparte), ese dicho llega un momento en que no aplica y queda mejor uno del tipo "como el plátano, entre más viejo más pachiche" claro, este sin detrimento de que el platano, cuando le toca estar duro, está verdaderamente duro.

Hay un dicho de Víctor Hugo que reza "los 40s son la madurez de la juventud, y los 50s son la juventud de la madurez", así que me toca ser maduro entre los jóvenes o joven entre los maduros, o, mejor aún, un nonato maduro. Lo quiero ver de la manera que más me convenga.

El caso es que, como decía antes, me está llegando la edad, esa edad que todos tememos en verdad sin razón, esa edad que llega cuando le toca, ni antes ni después, no por nada está medida, no por nada se registra el inicio y se revisa cada año cómo va y si sigue yendo. El asunto es que a cada avance se haga algo para que los que quedan conmemoren también su final, si duró poco o si duró mucho ya deja de ser importante, lo importante es que haya durado suficiente para ser disfrutada.

No por nada, cuando ya se llega se dan gracias a Dios por haber llegado, y si uno tiene memoria, se recuerda cuando decíamos cosas que sonaban a no querernos ver así, algo así como temer y desear llegar. Ahora, ya no le temo a verme viejo cuando me toque verme viejo, ya no le tengo miedo ni siquiera a ser un viejillo ridículo que anda haciendo cosas que "no le van a su edad" ya no temo que los chavos no me quieran hablar de tú, ya no me da pena que mi hija se apene por las locuras que hago creyendo que eso sólo lo debe hacer otra persona menos yo, al fin y al cabo eso me lo he ganado con 42 años de añejamiento.