viernes, 25 de junio de 2010

Una jornada que terminó dura

Llego tarde a casa... cansado... con los ojos resecos de tanto mirar, con la boca reseca de tanto gritar, con las piernas cansadas de tanto cargar. Fue una dura jornada.

El ruido retumba en mi cabeza, como si aún estuviera en ese lugar que me aturde, como si aún me rodeara ese olor que ahora impregna mis prendas... como si todavía estuviera con el peso en mis piernas. Pero ya se acabó, por ahora puedo decir que llegó mi turno de descansar. Otros se quedan ahi, todavía cargando, todavía soportando el ruido, todavía impregnándose de ese olor particular, revuelto de todo lo que hay, del humo, de humedad, de cenizas y más...

Recupero la entereza y vuelvo a levantar la vista, procuro verme normal para no confundirme con los debilitados, quiero llegar a casa con la frente en alto, la vista al frente, el aplomo retomado, espero que los otros no pierdan el espíritu, espero que los otros puedan hacer lo que a mi, ahora, me cuesta tanto trabajo.

Reviso mi estado y veo que, a pesar de que siempre he creido que el hombre fue diseñado para soportar, que mi cuerpo está hecho para caminar derecho por el mundo, ahora parece que algo no responde bien. Y si algo está mal? si dañé una parte de mi cuerpo que ya no se pueda recuperar? No lo sé, sólo sé que algún día, de alguna manera volveré a sentirme igual. Que es muy probable que algún día vuelva a estar en ese lugar o en otro similar.

No debo culpar a nadie. si estoy cansado de cargar, cansado de gritar, cansado de mirar... la culpa la tuvo el tubo.

TUBO¡ TUBO¡ TUBO¡