jueves, 24 de mayo de 2012

Mi lengua habla

Si debemos hablar, que sea. Aunque luego nos arrepintamos de lo que dijimos. Que hable nuestra lengua lo que le dicta nuestro abdomen, que se salga todo lo que traemos dentro. Vomitar las palabras, es mejor que no decir nada, más daño nos hace quedarnos callados y tragarnos lo que debe salir que gritar lo que pensamos. Al fin que luego, cuando ya nos hayamos ido, lo que dijimos, igual que nosotros, también será olvidado.

Lo que debemos enseñar.

En un excelente momento de mi vida, note con tristeza que había olvidado enseñar lo básico. O si no lo he olvidado, al menos quizá no lo he hecho bién.

Saludar como si hubieramos estado inseguros de volvenos a encontrar, despedirse como si no estuvieramos seguros de volvernos a ver, agradecer como si supieramos que lo que recibimos no necesariamente lo merecemos, o como si la persona que nos lo da tuviera tambien la opción de dejar de hacerlo.

A veces lo que hacemos es sólo adornarnos para la fiesta de la vida y asistir a ella cada vez que se nos llama, disfrutar y consumir, bailar, gozar y aportar nuestra persona para el disfrute de las otras o para nuestro disfrute a costa de otros, dejarnos querer, ponernos de modo y aplazar el momento de corresponder o, mínimo, de agradecer.

Saludar, despedirse, disfrutar y agradecer, eso es algo que hay que saber, que hay que enseñar y que hay que ejercer.

Saludamos a la vida cuando nacemos, con un llanto o con el simple hecho de comenzar a respirar. Tomamos desde que nacemos muchas cosas que se nos dan, comenzando con el aire de la vida y muchas veces nos olvidamos de decir gracias a alguien por eso. Nos despedimos con llanto cuando la vida se acaba, y muchas veces ese llanto no es escuchado por aquella persona por la que lo emanamos. Somos pródigos en llanto cuando alguien muere, pero no fuimos capaces de saludar, despedirnos, disfrutar y agradecer a esa persona cuando la teníamos en vida frente a nosotros.

Se nos olvida dar las gracias como si nos merecieramos todo. Se nos olvida dar las gracias como si fuera un derecho divino recibir lo que recibimos, se nos olvida dar las gracias como si no nos interesara seguir recibiendo más.

Mínimo con el mezquino interés de que no nos falte, deberíamos regresar a dar las gracias por lo que hemos recibido. Y más si se trata de un ser terrenal como nosotros. No sea que se sienta lastimado con nuestra ingratitud y nos castigue... al fin somos humanos y si a mi no se me activa el impulso de agradecer a él o ella se le puede desactivar el impulso de dar. Es más dificil que se canse el que recibe que el que da.

Saludar: Hola, buen día, saludos, etc.
Despedirse: Hasta luego, nos vemos, bye, adios, etc
Disfrutar: Wow! está padrìsimo, que rico, que bonito, etc.
Agradecer: Gracias.

Gracias por leerme.